Cuándo creces con una hermana como la mía, realmente nunca te sientes sola, aunque existan 1617 kilómetros que te separen de ella, el amor viaja más rápido que la luz, y sientes el cariño donde sea que estés.
Ser hermana mayor es trabajo de tiempo completo, nunca sabes cuándo te van a necesitar, siempre estamos alerta y disponibles.
Y aun así hay cosas que pasan frente a tu nariz y no te das cuenta.
Hermanita, ¿en qué momento creciste tanto?
He pasado muchas etapas de tu vida a tu lado, la prepa y la universidad, tu primer amor y tu primera decepción, el primer trabajo y nuestra primera fiesta, noches interminables de pláticas, y nunca note que ya no eras una bebé.
Creciste frente a mis ojos y nunca lo noté. Para mí sigues siendo esa pequeña pulga que corría a mi alrededor; yo sigo pensando en ti como esa niña de los chinos perfectos y la mirada traviesa que pintó con un marcador los sillones nuevos de mamá, ¿lo recuerdas?, sabía que eso iba a acabar mal y me volvería a echar la culpa mil veces más porque mi trabajo siempre fue cuidarte. Al menos eso creía.
Hoy, me doy cuenta que nunca necesitaste que te cuidará, que siempre fuiste capaz de llegar al cielo por tu propia cuenta.
¿Cuándo creciste tanto?
No dejo de pensar en ti y en todo lo que eres, y en todo lo magníficamente increíble que te convertirás en los siguientes meses, y aunque no me necesites siempre estaré aquí y aunque no seas una niña para mí siempre serás mi pequeña hermanita, capaz de alcanzar las estrellas y sembrar granitos de amor; y aunque crezcas y crezcas tan alto como una montaña mi hombro siempre estará disponible para ti.
Hermana, mi hilo rojo del destino está unido a tu meñique, porque eres la mejor amiga, compañera y confidente que una hermana pudiera pedir.
Creo que lo que intento decir, es que te amo, como nunca podré describirlo y es que las palabras no alcanzan para tanto y tanto cariño.