Estuve ausente por festejos de aniversario, pero ya regresé y hoy voy a resumirles cuatro años en el blog.
Bueno, empecemos con lo importante un 27 de enero de 2016 me fui a vivir con un roomie, con el que no solo compartí casa, decidí compartir la vida.
Pero ser roomies de vida, no ha sido nada fácil. Al principio fue todo como una eterna luna de miel, obviamente la felicidad se desbordaba por dónde lo vieras. Los ajustes llegaron después, mañas, manías, costumbres todos hicieron colisión y discutíamos y peleabamos hasta que cada uno soltó un poco la rienda y llegamos a un punto medio.
Después llegaron las metas y sueños, y no es que alguno sea más importante que otro o no, pero los sueños se construyen entre dos y a veces cuando uno siente que no puede más el otro está remando solo, pero no se queja y no se da por vencido. Rema y rema, contra viento y marea.
Hemos tenido altas y bajas, como en todo, pero nunca nos dejamos caer en las bajas, mientras nos tengamos el uno al otro, el piso se podrá derrumbar a nuestros pies pero el amor nos da alas y no tenemos miedo de utilizarlas.
Anecdotas tenemos muchas, peleas otras pocas, pero lo que tenemos y de sobra es éste sentimiento de no querer estar en ningún otro lugar que no sea entre nuestros brazos o tomados de la mano. Las personas también son lugares y él es mi lugar favorito.
No pude elegir mejor compañero, claro que tiene defectos, igual que yo, pero los defectos no son piedras en el camino, son complementos de las cualidades del otro, como un rompecabezas, encajan y ya.
Mejor compañero no pude encontrar. Lo que trato de decirles es que le diría: Sí, un millón de veces más.
Siento que el tiempo es relativo y que realmente no significa nada, cuatro años no son una vida pero es un comienzo y cuando el amor llega, simplemente te atropella. Y se queda.
¡Hasta la próxima semana!