Hay fantasmas que se disfrazan de momentos, que llegan como una brisa y te pegan de lleno; te atrapan de nuevo y te arrastran a la obscuridad.
Otros fantasmas se ocultan entre los perfumes de las primaveras que ya se fueron en las brisas de veranos que no regresaron, impregnan de su fragancia toda la habitación y te sofocan con el agrio aroma de su ser.
No desaparecen si enciendes la luz. No le temen al amanecer, desafían cualquier ley; se alimentan de cada bocanada de aire que usas para suspirar, y del rocío que brota de tus ojos cuándo ya no puedes más.
Los fantasmas te persiguen y te atrapan; como arenas movedizas y entre más luchas, más te enganchan.
Los fantasmas vienen por ti, vienen por todo y vienen por nada.
¿A dónde correr? ¿En dónde esconderse?
Existen fantasmas con nombres, que creímos haber olvidado, nombres que nos abandonaron, que saltaron del tren a la mitad de la noche.
Hay fantasmas que son hilos y telarañas, y tejen su red a tu alrededor, te cortan la respiración, te inmovilizan y te observan desde lejos; envuelto en miedo y frustración.
Los fantasmas no le temen a luz, ni a la noche, son desafiantes, quebrantan cualquier ley y te roban el aire, se hacen más fuertes con cada grito desesperado.
Los fantasmas existen. Los fantasmas te están esperando.
¿A dónde correr? ¿En dónde esconderse?
¡Hasta la próxima semana!
13 de enero, día mundial de la lucha contra la depresión.