Dicen que solo se vive una vez.

¿Cómo te despides cuando la vida te obliga a decir hasta luego? ¿Cómo te despides, cuándo no sabías que un capitulo terminaba?

Las pérdidas que sufrimos. Las partidas que nos dejan en hueco en el alma y una lágrima en el corazón, a esos quebrantos ¿cómo les decimos adiós?

Dicen que solo se vive una vez, pero yo creo que vivimos muchas veces, todos los días, cada minuto; y realmente morimos solo una vez, un instante y todo acaba en un segundo.

Nadie nos enseña a decir adiós, porque no decimos realmente adiós. Cuando perdemos a un ser querido, simplemente no nos despedimos, porque lo invitamos  a vivir en nuestros pensamientos y en cada recuerdo. Se queda ahí, protegido, en una caja de cristal donde nadie lo toque, donde nada le pase y donde podamos encontrarlo cada vez que lo necesitemos.

Y aun así no es fácil aceptar su ausencia.

Pero ¿Quién dice que debemos aceptar seguir sin esa persona? ¿Acaso no podemos seguir con ellas, aunque nos guíen desde otro lugar?

Es imposible no sentir tristeza cuando alguien nos deja, y dolerá no escuchar su voz, pero su luz no se apaga, esa luz resplandece en cada molécula de nuestra alma. Esa luz que nos da brillo aún en la oscuridad de nuestra tristeza. Y es que no se vive solo una vez, se vive en cada historia y cada recuerdo, viven en cada sonrisa y nuestras memorias; viven en las sombras y en los sueños; viven con nosotros a cada paso y dejan su huella en el tiempo. 

No sé si estoy escribiendo para ustedes, o si estoy escribiendo solo para mí; y es que a veces no sé cómo despedirme, porque realmente no sé si me quiero despedir.


Dicen que solo se vive una vez, pero yo creo que vivimos muchas veces, todos los días cada minuto.
Dicen que solo se vive una vez, pero yo creo que vivimos muchas veces, todos los días cada minuto.