¿Hace cuánto que saben andar en bicicleta? Y, ¿cómo aprendieron? ¿Recuerdan todas las veces que se cayeron? Me preguntó si después de eso sintieron miedo.
Y luego se volvían a subir y trataban de mantener el equilibrio hasta que dejaron intentar mantenerlo y trabajaron en no perturbarlo, en cuidarlo y entonces se conectaron con la bicicleta.
Sintieron que el equilibrio venia de ustedes, de sus esfuerzos, de seguir pedaleando; ese principio aplica en la vida.
A veces no sentimos como si perdiéramos el equilibrio, y por más que tratamos no logramos recuperarlo, pensando que el equilibrio es algo que se encuentra en el entorno, cuando realmente se encuentra en nosotros. Puede que alguna vez, perdimos la armonía completamente y tal como sucede cuando estás montado en una bicicleta, te caes y la caída duele. La caída nos frustra y tenemos miedo de volver a subir, simplemente dejamos de pedalear.
No lo hagan, suban de nuevo, pedaleen de nuevo, como cuando tenían cinco años y se quitaron las ataduras del miedo y simplemente dijeron ¡arriba! Y se subieron y pedalearon, y pedalearon, y siguieron pedaleando.
Como dice la gente, pa’ delante siempre.
Pedalea, sigue, cae y vuelve a levantarte, pero sobre todo nunca dejes de pedalear.
Avanzar, es una palabra que puede costarnos toda la fuerza que se encuentra en nuestros átomos, en cada rincón de nuestros músculos y dentro de nuestros huesos, pero la energía regresa. Viene desde dentro de nosotros, llámenla corazón o alma, o lo inexplicable; pero no se acaba.
Avanzar, un pedal a la vez, un esfuerzo a la vez, pero siempre avanzar y recordar que el equilibrio nadie nos los da, nosotros lo tenemos.
Les escribo la próxima semana, y por favor sigan pedaleando.