Oye Mamá.

Mami, ¿alguna vez le pediste un deseo a una estrella fugaz?

 

¿Fui yo ese deseo? ¿Mi hermana, también?

 

Vernos crecer debió ser difícil. A veces te escuchábamos, otras veces no.

 

Sufriste cuando nos enfermamos y la primera vez que nos rompieron el corazón, y la segunda; y todas las demás.

 

Nos viste tomar decisiones equivocadas, algunas correctas y equivocarnos otra vez. Nos viste caernos, levantarnos y volvernos a caer.  Y cada vez, nos abrazaste tan fuerte intentando sanarnos.

 

Llenamos tus brazos con risas, también algunas veces llenamos tu rostro con lágrimas; dulces y saladas.

 

Un día salimos de tu nido, me pregunto si te sentirás sola. Espero que no. Porque no estás sola. A donde quiera que vas mi corazón te sigue, no te puede soltar. Se aferra a tu mano que le da seguridad. Se acomoda en tu pecho que da tranquilidad.

 

No estás sola, por lejos que estés, donde quiera que estés mi vida va contigo. Mi vida y mi ser.

 

Sé que piensas en mí, como yo en ti. Treinta años han pasado y ni un minuto puedo dejar de necesitarte.

 

A veces te sientas en el sillón pequeño, el que se encuentra en la esquina de la sala, y sé que nos extrañas. Sé que no te basta con los ecos de nosotras que retumban en la casa. Y yo también te extraño, extraño tu voz y tu perfume, ese que huele a cariño.

 

Sí estás en el sofá por favor, no te sientas triste.

 

Mami, quiero que el cielo te regale una lluvia de estrellas fugaces; yo solo puedo regalarte mi amor.

 

 

Oye mamá, ¿alguna vez le pediste un deseo a una estrella fugaz? Mami, dime por favor, ¿aún soy el deseo que le pediste a aquel lucero?

 

 

 

Esté pequeño espacio hoy, se lo dedicó a mi Mami, que siempre me lee y cómo buena mamá dice que mis escritos son lo máximo. Mamá nunca te pagaré lo que haces por mí.

Y también a todas las que me leen, martes con martes, y tienen esa dicha de ser madres, no es fácil y a veces los hijos somos medio ingratos pero las amamos. Feliz día de las madres.