Primera cita.

En las siguientes semanas tendrán que soportar mi miel y cursilería, por lo que de ante mano les ofrezco una disculpa. Pero bueno así es el amor, ¿cierto?

 

Primera cita.

 

Crecemos con historias como que un príncipe vendrá en su corcel y nos rescatará; qué la luna y la tierra tienen a sus propios reyes y guardianes y que se enamoraron con solo verse; que hay un hilo rojo que une los destinos; hay muchas historias de amor que soñamos vivir, pero nunca nadie nos prepara para la realidad, la cual suele ser mucho mejor que la fantasía.

 

Gustavo, ¿recuerdas nuestra primera cita?

 

Me encantaría decirte que yo sí, pero hay cosas que no recuerdo por que los nervios me mataban y otras porqué  ya no eres esa persona, esa persona que estaba triste y enojada todo el tiempo, no sé qué cambio pero ahora eres lo que me hace sonreír en las mañanas.

 

Son pocas cosas las que si recuerdo de nuestra primera cita.

 

Recuerdo que querías ser todo un caballero y llevarme a cenar a luz de la luna y con velas, y no te lo permití. Quería que me llevaras a un lugar cualquiera, piensas que fue por las alitas (mi comida favorita) pero la verdad, estaba muy nerviosa por salir contigo. Los nervios los sentía en las manos, en la boca y en el estómago, no era una mariposa era toda una bandada de mariposas con tu nombre en ellas, no quería agregar los nervios por comportarme a la altura del lugar.

 

Así que fuimos a un bar, con cerveza, alitas y música de la que nos burlamos y reímos y cantamos, me contaste lo importante de ti; y entendí porque estabas enojado y triste; en ese momento no pensé: “pobre de él”. ¿Sabes qué pensé? Me quede maravillada de ti; sí, había tristeza y enojo a veces en tus ojos; pero antes de invitarme a salir, vi como le sonreías a un niño y esa sonrisa fue autentica, hermosa, llena de paz; así que me pregunte que más había de ti, por sonreír de esa manera. Tal vez no me viste, pero estaba frente a ti, al otro lado del corredor, en esas recepciones que nos separaban a los dos.

 

También supiste cosas de mí; y no te sentiste el superhéroe que quiere salvar a la damisela en peligro, sabías perfectamente que soy capaz de cuidarme sola, solo querías estar ahí a mi lado mientras me enfrentaba a mil y un monstruos. Y aquí sigues a  mi lado.

 

Ni yo fui la princesa, ni tú fuiste el príncipe. Fuimos nosotros mismos, cuando salimos del bar a caminar a la luz de la luna, junto al mar. Fuimos nosotros mismos con sombras y luces, y otros matices. Y me besaste, podría pensar que atrevimiento, pero sí no lo hacías tú, lo haría yo, no sé cómo ni por qué pero no quería estar sin ti.

 

Sé que podemos vivir uno sin el otro, eso se llama realidad; pero ambos sabemos que no queremos hacerlo y eso es elección.

 

Dicen que cuándo lo sabes lo sabes, y antes no estaba segura del significado de esa frase, hasta que vi tus ojos mirándome y la luna sobre nosotros alentándonos a tomarnos de la mano. Así inicio nuestra historia con la luna, tú y yo.

 

Tratamos de alargar la cita lo más que pudimos, nos corrieron de otro bar pues era la hora de cerrar, llegamos a un lugar que tenía unas luces que me encantaron, te estacionaste para que pudiera verlas de cerca, lo hiciste para verme feliz y también para no irme a dejar a mi casa.

 

Al final me fuiste a dejar, y mientras trataba de conciliar el sueño con las almohadas, lo cual fue difícil porque me sentía muy emocionada, solo pensaba que el amor llega de formas muy inesperadas, como por ejemplo en forma de alitas.

 

Lo nuestro no fue amor a primera vista, fue amor a primeras alitas, de eso ya tiene tres años, y cuantos más vendrán, cuántas historias más crearemos, espero sean muchas por qué el blog necesita más historias. 

 

Queridos seguidores sí ustedes ya encontraron el amor, quiero saberlo todo en los comentarios y, sí aún no sienten esa bandada de mariposas, esperen con calma les aseguro que cuándo lo sabes lo sabes, lo que sea que eso signifique.

 

Hasta la próxima semana.