Alguien alguna vez me dijo, que la vida siempre te pone en el lugar que debes estar. Algo parecido a las personas que afirman que las casualidades no existen. ¿Coincidencia, casualidad o lo inevitable?
¿Cómo podríamos ponerle un nombre a las cosas que pasan y que cambian nuestro rumbo?
Casualidades, momentos inevitables, el destino y todas las confabulaciones que existen, que giran como engranes de un reloj y de repente, te sorprenden.
Les voy a contar una historia decembrina, no es un cuento de navidad y realmente no sé si llamarlo destino, pero es uno de esos momentos que te cambian y que no olvidas.
En estas fechas hace tres años, me encontraba trabajando en las playas de Manzanillo, como saben mi trabajo no es para nada aburrido, ni en playa ni en ciudad.
Y como muchas cosas que decido, así casi sin pensarlo, sé me ocurrió que sería realmente maravilloso mudarme a donde no conociera a nadie y viceversa. Tuve muchos destinos a elegir pero había una voz en mi interior que me decía que Puerto Vallarta era la mejor opción.
Así, un día renuncie a mi trabajo compre un boleto, tome el autobús y me fui.
No conocía a nadie y nadie me conocía. Todo sería nuevo, todo serían sorpresas.
Encontré un nuevo trabajo.
Y la navidad se olía en las calles, pero con el calor y la humedad de la playa y el mar, no podría decirse que la navidad se sentía. Nueve años pase en las playas, y no me acostumbré a no sentir un poco de frió en navidad, mientras veía películas que terminaban con un árbol lleno de luces y grandes esferas, mientras todos en la pantalla sonríen y son felices.
Preocupe a mis padres, un poco tal vez. Ya saben el trabajo de mamá y de papá nunca termina, no le ponen pausa, puedes tener canas en el cabello y siempre serás su bebe. Así que ellos, se encontraban tristes y un poco preocupados, pasaría navidad sola.
Yo, por mi parte estaba emocionada, no sé de qué; si realmente esa noche buena no hice más que tomar ponche con un tinte de vino y ver películas de navidad, y afuera podía escuchar las risas de las personas que disfrutaban en familia. Yo me sentía tranquila y en paz.
Se preguntan, que tiene de especial una historia navideña que no incluye una gran fiesta, una enorme mesa o una habitación rodeada de las personas que amas.
Lo especial es que me enferme. Pesque un resfriado, y uno de los grandes. Un resfriado que duró más de lo debido, probablemente por qué trabajaba muchas horas, comía muy poco y me cuidaba menos. No es algo de lo que me sienta orgullosa, pero era solo un resfriado.
Un resfriado especial.
Estuve tan enferma y en un lugar en donde todos usamos las mismas tijeras, los mismos cajones y rozamos las mismas superficies; todo en un hotel tan enorme que no estaba segura si el rostro que me tope a la vuelta de la esquina era el mismo que salude por la mañana.
Entonces paso lo inevitable, estaba enferma y contagie a una persona que no tenía memoria de haberme visto y a la cuál seguramente yo había saludado y no lo recordaba. Una persona, de esas que rara vez se enferma.
Esa persona paso vísperas de año nuevo enfadada conmigo, por qué los ojos le lloraban y el cuerpo le dolía. Y, lo que pasó después del enfado. Lo que paso cuando vio de arriba abajo a la chica nueva, la chica enferma, la chica que lo enfermo, eso, tal vez fue la razón por la que mi voz interior decía que fuera a Vallarta.
No sé, si fue coincidencia, no sé si fue destino, ni siquiera sé si sea una buena historia, solo sé que en el momento que chocamos en la puerta y vi sus ojos sentí fuego en el pecho y no pude hablar.
Su enfado terminó cuando me invito a salir, me invito a ver luces navideñas, y después me invito a ser parte de su vida, luego me convirtió en su familia. Justo como en las películas románticas navideñas que tanto me gustan, pero está vez es real.
Si las coincidencias existen o no, no soy la indicada para afirmarlo o desmentirlo, si creen que solo hay cosas inevitables, si ustedes lo llaman destino, no importa. A veces los engranes giran solos, a veces es cierto que la vida te pone donde debes estar, a veces simplemente es verdad que la magia existe.
¡Hey! Quiero leer sus historias de lo inevitable, del destino, o cómo le llamen, se podrán dar cuenta que esas historias me encantan. Los leo en los comentarios.
Hasta la próxima semana.
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Eriol (martes, 04 diciembre 2018 13:23)
¡Es una historia hermosa en verdad!
Yo he pasado por sucesos inevitables que me han ido transformando y fortaleciéndome mucho. A los buenos sucesos les llamo “suerte” y a los malos les llamo “lecciones”. Mi vida está forjada de sucesos fortuitos y lecciones, nada malo por mucho que pudiera arrepentirme de ello, ha sido ese positivismo el que siempre me impulsa a seguir adelante con o sin la ayuda de los demás. Porque depende de mí la convicción para continuar.
Danichuy (martes, 04 diciembre 2018 13:34)
Que hermosa
Historia de amor bebé ���� yo igual creo en que las cosas no pasan por casualidad yo lo llamo destino mágico y he sido testigo muchas veces de eso en mi vida...
Bombón (martes, 04 diciembre 2018 14:17)
Hermosa historia... Cuando menos te lo esperas te el enamoras y esa persona se convierte en tu todo, en tu familia en tu hogar.
Felicidades nena����
Damaris DRC (martes, 04 diciembre 2018 18:47)
Siempre hay un motivo para cada persona en nuestra vida, permanezcan o no. Cada una cumple un rol para bien, nunca para mal por que incluso de la tristeza se aprende... Ni que decir cuando nos tocan esas hermosas coincidencias. Me encantó leerte.
Araceli (jueves, 06 diciembre 2018 02:22)
Las casualidades y/o destino tienen nombre y un proposito.. y si empieza con G... te enamora... pase una historia genial en un verano.
Sara Anell-Noriega (martes, 11 diciembre 2018 17:17)
Bonita historia de amor prima. Casualidades??? Yo creo todo pasa por 'algo' y siempre nos deja lecciones de vida. Destino? �