Dije que no les dejaría de escribir, pero tome unas pequeñas vacaciones en casa de mis padres. Claro que extrañe escribirles y por los mensajes que recibí pienso que también me extrañaron, solo me queda decirles: ¡Gracias!
¿Pasamos al blog?
El país de Nunca Jamas.
Ser adulto es difícil, pero creo que es mas difícil ser niño.
Los niños nos enseñan a nosotros los adultos. Aún y cuándo dependen de los adultos para comer, vestir y vivir, no dependen de nosotros para ser felices. La felicidad está en su naturaleza.
Sí los niños, se fracturan un brazo o una pierna, por trepar un árbol; sanan, no solo del hueso, también del corazón. No les da miedo volver a trepar y poder caer, no les da miedo tal vez, volver a sufrir. Cuando crecemos empezamos a llenarnos de miedos, miedo a confiar en nosotros y en los demás, a amarnos y amar. Miedo a vivir.
Cuando los niños sueñan con ser alguien más. Sueñan con ser alguien que salve al mundo, alguien que pueda volar o rescatar animales. Alguien que ayude a cuántos seres vivos pueda. Entonces crecemos y, cuándo pensamos o soñamos con ser otra persona, queremos ser millonarios, queremos ser más atractivos o populares, queremos ser todo, menos nosotros, y todo lo deseamos; no lo deseamos con el corazón, si no con un parte de nosotros que está llena de egoísmo.
Y, se han dado cuenta que si pelean con alguien por un dulce o un juguete, o sí los hacen llorar. Perdonan con tanta facilidad, que te hace pensar cómo es que a nosotros se nos hace más fácil guardarle rencor a los demás.
Sí, ser adulto es difícil, nos levantamos temprano para ir a trabajar, luchamos con el tráfico y los montones de recibos que se acumulan, lidiamos con pendientes y pendientes; y hay una palabra que nos persigue a donde vamos, esa palabra es estrés. Pero, es más difícil ser niño.
Cuidar ese corazón para que se mantenga feliz y humanitario, para que crezca sin ocupar reparaciones. Es una de las tareas más complicadas que existe.
Crecimos no solo para ser adultos, crecimos para cuidar de los que vienen detrás de nosotros.
Ojala el país de Nunca Jamás existiera, para poder cuidar de quienes no se pueden defender.
Qué difícil ser niño y más aún, permanecer así.
Voy a terminar el blog de hoy con una frase que me encanta de Concepción Arenal: “El amor es para el niño lo que el sol para las flores. No le basta el pan: necesita amor para ser bueno y fuerte”.
20 de noviembre. Día Universal del Niño. Los niños tienen derechos, entre ellos, igualdad, protección, alimentación, juegos, respeto; y como ya lo dije: amor.
Hasta la próxima semana (en serio).
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Jcluna (martes, 20 noviembre 2018 12:00)
Excelente prima, se te extraño y que bueno volver a leerte, saludos �
Eriol (martes, 20 noviembre 2018 12:10)
Muy buena reflexión, la vida de adulto llega a abrumarnos tanto que olvidamos ser felices y lo que de niños soñábamos ser, ¿porqué abandonar nuestros sueños más felices? Más aún ¿por qué querríamos manchar los sueños de quienes sí los logran? El egoísmo hacia los demás dice más de nosotros mismos, de nuestras frustraciones al ver el triunfo de otros porque no nos vemos capaces de triunfar nosotros mismos. Cabe decir.
Mavis Santoyo (martes, 20 noviembre 2018 14:15)
Excelente reflexión amiga.
Yuna (martes, 20 noviembre 2018 21:52)
Muy buen blog, no podemos evitar crecer pero si somos capaces de recordar aquello que motivaba y llenaba de vida al niño que dejamos atrás.
Danichuy (lunes, 26 noviembre 2018 10:18)
Yo sí te extrañe y Tienes razón, pero creo que es más ser adulto y no olvidarte de tu niño interior.
Sara Anell-Noriega (martes, 04 diciembre 2018 16:59)
Si todos los adultos fueramos como niños.... este mundo sería mucho mejor. Amaríamos sin condición, perdonaríamos sin cabida a rencores, nos ayudaríamos unos a otros sin envidias ni egoísmos... un mejor lugar para vivir!