Los malos días, también terminan.

La Tierra gira entorno a su propio eje, con cada giro nos regala el día y la noche. Con cada vuelta nos da 24 horas, 1140 minutos, 86400 segundos.

 

Amanece, atardece y cae la noche.

 

A veces un nuevo día rompe en el horizonte y creamos muchas expectativas sobre lo que pasaran en las siguientes 24 horas. Apuntamos a lo grande, pensamos: “hoy me ganaré la lotería”, “hoy nada podrá salir mal”, “hoy será un gran día”. Pero a veces no tenemos la lotería, ni la seguridad de que todo saldrá bien y en vez de tener un buen día, tenemos una serie de eventos infortunados, malos y desdichados, que caen a nuestros pies como fichas de dominó.

 

Una llanta se le poncha a tu carro, tu suéter favorito se manchó de café, tomas una ruta equivocada, confundes unos papeles importantes, usas la camiseta al revés, tantas cosas que pueden salir mal y muchas más que se le van sumando. Lo llamamos mala suerte, levantarse con el pie equivocado. Un mal día.

 

Todos los hemos tenido.

 

Sí, yo también he tenido días malos, días grises. No los recuerdo pero sé que los he tenido.

 

No los recuerdo, y no es porque tenga una pésima memoria; si no porque los días en los que te levantas con el pie equivocado, también terminan y pasan de largo esperando un nuevo día.

 

Esa es la magia de la rotación de la Tierra, un mal día no dura más de 24 horas, porqué la Tierra sigue girando y girando, dándote la oportunidad de presionar el botón de reinició y dejar atrás nuestros malos días.

 

Pasa el día, pasa la noche y un nuevo amanecer despunta. Vuelve a sonar la alarma, vuelves a abrir los ojos, vuelves a levantarte de la cama, vuelves a tener 86400 segundos que pueden convertirse en el buen día que no tuvimos ayer. Y entonces podemos ganarnos la lotería.

 

 

Sí tuvimos un mal día, ese día también termina.