Primero que nada, a las personas que me escribieron el martes pasado preguntando por el blog, una disculpa, me tome unos días fuera del trabajo y cuando regrese todo era un caos, así que se complicó un poco el post. Y también quiero agradecerles por su cariño, cuando está página empezó, no espere que un día abriera mi bandeja y los leyera decir: “¿Dónde está el blog de hoy?”. Gracias totales.
Ahora sí, a lo que me truje.
Se levanta el telón y aparecen las zapatillas rojas.
Tal vez lo sepan, tal vez no. Me gusta el ballet, me encanta el ballet. Las poses, los giros, los vuelos, la gracia, el conjunto y la historia que cuentan sus cuerpos.
Creo que, mi baile favorito es: "La muerte del cisne", pero si quieren ver lágrimas brotar de mis ojos entonces, háganme ver el solo de Victoria Page en las Zapatillas rojas.
Sí no conocen la historia, la simplificó. Victoria Page, bailarina y nuestra protagonista, se cautiva de unas zapatillas rojas en un aparador y un maléfico zapatero se las ofrece; desde el momento en que calza las zapatillas, Victoria no puede dejar de bailar. Y baila sin parar hasta el final.
El solo de Victoria, es la parte final de la historia.
Pueden ver el sufrimiento recorrer cada parte de su ser. Y por eso, llorar es lo único que puedo hacer.
La bailarina adora bailar. Ama bailar. Y termina sufriendo porque no puede dejar de hacerlo. Sus pies están cansados, sus músculos tensos, y ella no deja de moverse. Sigue bailando.
Dicho de otra forma, lo que ama, ahora la está lastimando.
La verdad es que muy por fuera del ballet, he visto esas escenas, y supongo que ustedes también. Personas siendo lastimadas por lo que aman. Y, a ese dolor se acostumbran. Y, a ese dolor le permiten ser y estar.
Las zapatillas rojas pueden ser, una cosa o una persona, pero así como Victoria, no quieren o tal vez no pueden quitárse las zapatillas; prefieren bailar y bailar. Y seguir bailando, aunque sus tobillos se estén quebrando y cada átomo se esté rompiendo en sus cuerpos.
No sé mucho del amor, y la verdad es que, sé nada de la vida; aunque si hay algo que puede saber un poco, es que, por mucho que uno ame unas lindas zapatillas rojas, siempre debemos poner fin a ese baile tortuoso y seguir otro ritmo, porque al final Victoria queda tendida en el escenario sin aliento, pero ese no es el peor final, creo que el peor final es que todo eso que se rompió, no sane igual.
¿Ustedes tienen zapatillas rojas?
Los leo en los comentarios, hasta la próxima semana.
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Gustavo (martes, 04 septiembre 2018 12:45)
Genial escrito da mucho para reflexionar
JC luna (martes, 04 septiembre 2018 12:54)
Excelente adaptación de la danza a la vida real, me gustó mucho tu blog, saludos y te mando un fuerte abrazo
emily (martes, 04 septiembre 2018 19:42)
uno tiene que aprender a sacarse las zapatillas aunque duelan, pero es una lucha constante
Sara Anell-Noriega (miércoles, 05 septiembre 2018 08:39)
Excelente reflexion.
(No me deja usar acentos)