El día que perdí la voz.

El fin de semana pasado, amanecí sin poder pronunciar una sola palabra. La voz no me daba, la había perdido como la sirenita con el hechizo de la villana, pero en vez de hechizo enfermedad. Perdí la voz por casi dos días.

 

Estuve en la sala pensando en todas esas palabras que no dije en su momento. Un poco dramático, tal vez, lo acepto.

 

Pero imaginen, todas esas bellas palabras, que no dijeron por miedo (o por tontos), atrapadas en una caja dentro de ustedes. Todas las veces que guardaron sus sentimientos hechos palabras en un cajón. Todos y cada uno de los sentimientos que no verbalizamos, hechos cenizas en una urna y guardada  en lo más profundo de nosotros.

 

Cada “Lo siento”, atrapado por orgullo. Un “Te quiero” ahogado por temor. Todas esas palabras lindas que deseamos decir pero que siempre nos frenamos y ponemos mil pretexto para no expresarlas. Tontamente callamos los mejores sentimientos y gritamos los peores.

 

Me he callado muchos, lo siento. Por falta de humildad, podría ser. Todas las veces que alguien ha salido herido por causa mía, lo mínimo que merecían era una disculpa y la callé, ingenuamente seguí con mí día a día y nunca me disculpe. Pero lo siento, de verdad, lo sentí mucho en ese momento y lo siento ahora.

 

Te quiero, te amo. Qué común, que normal, seguro debe de saberlo. Y si regularmente las personas que queremos, saben que los queremos, pero no se los décimos cuando podemos.

 

Te extraño. Extrañamos a gente alrededor del mundo, la pensamos y recordamos sus anécdotas. Pero guardamos esa frase, pensando que es trivial, y tal vez en ese momento esa persona necesita saber que la extrañamos porque se siente igual, o peor. Así que, después de todo no es tan trivial, es esencial.

 

Eres increíble (o cualquier otro adjetivo que quieran insertar), tenemos personas maravillosas en nuestras vidas, pero no les dejamos saber lo especiales que son para nosotros. Eso es tan absurdo, acaso no les gustaría saber lo importantes que son para otro alguien.

 

Callamos lo mejor que tenemos para decir, creemos que tenemos muchos tiempo para hablar. Guardamos silencio, por miedo, pena; o simplemente somos testarudos. Y hablamos de más cuando queremos herir. Decimos tantas cosas que no queremos decir, cosas feas, sentimientos dañinos, y, tristemente guardamos las flores hechas palabras para nosotros, como si todos fueran magos y pudieran abrir el cofre y encontrar cada frase hermosa dedicada para ellos.

 

Que inoportunos somos.

 

 

Que pasaría, sí hoy un hechizo lanzado en el aire, les robará su voz, ¿qué palabras no dichas les dolería más? ¿Qué sería lo primero que le gritarían al mundo?

 

Los leo en los comentarios, hasta la próxima semana.


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Comentarios: 1
  • #1

    Sara Anell-Noriega (miércoles, 25 julio 2018 16:30)

    El amor que siento hacia mis hijos, esposo, mamá y hermanas siempre lo he expresado. De hecho yo creo que hasta se cansan de escucharme �. Lo que si me arrepiento de no decir es cuando me ofenden y me quedo callada por no saber qué decir �