Una noche me tomé un café. Me senté en la orilla de mi cama. Disfrute del sabor, el calor y el aroma de mi café, con un poco de vainilla y piloncillo, que delicia.
Escuche pasos que se dirigían a mi puerta. Que gran sorpresa. Estaba frente a mí y me dedicaba una sonrisa.
Fue un día difícil en el trabajo, antes me la pasaba casi 12 horas diarias en el trabajo. Sin quejas, el mundo de la hotelería me gusta tanto, es como un mini universo en un solo espacio. No tenía más que hacer, que trabajar y aprender.
La parte difícil de vivir sola, es que a veces necesitas un abrazo, una sonrisa. Puede que no quieras hablar de tu día, solo quisieras saber que hay alguien para ti. Fue la parte que más me costó cuando decidí vivir lejos de casa. No es ninguna queja, pero de tener a tres personas pendientes de mí, pasar a no tener a nadie al abrir la puerta, si es un gran paso.
No quería sentirme sola.
Un largo, largo día de trabajo. Claro, que me apetecía un poco de tranquilidad. Un buen café a veces es una buena compañía, pero no se compara con la alegría de una sonrisa. En especial su sonrisa. Tenía tiempo sin verla y me quede sin hablar, después de un largo silencio lo único que pude decir fue “lo siento”.
Y me respondió, que es lo que sientes. ¿Saben? A pesar de tener una gran lista de cosas para disculparme, solo pude disculparme por una sola. No pensar lo suficiente en ella. Entonces me abrazo, con esos abrazos que te reparan desde el alma hasta cada hueso roto.
La extrañaba. La extraño.
La vida sería diferente con ella. Sé que cumplió su misión y dejó una huella imborrable en mi vida. Tal vez algunos de sus consejos pudieron servirme en algún momento, no sé, no siempre he tomado las mejores decisiones. No puedo decirlo con seguridad.
De lo único que estoy segura, es que ese fue el sueño más lindo que tuve en mucho tiempo. A veces odio tanto no poder recordar a mi abuelita con tanta exactitud, sus pliegues, su tono de voz, el brillo de sus ojos. Es increíble que con una memoria como la mía, esos pequeños detalles sean tan borrosos. Pero en mis sueños, es como si nunca se hubiera ido.
Fue el mejor café. Fue el mejor sueño.
Si pudiera pedir un deseo, desearía tener una buena charla con ella. Me gustaría preguntarle tantas cosas y platicarle unas cuantas más, pero hay cosas que no pasarán a menos que cierres los ojos. Supongo que todos tenemos abrazos pendientes, platicas a medias, cafés por preparar, abrazos incompletos, sonrisas apagadas y sueños destinados a caer por la mañana.
Ustedes también deben tener una personita con quien quisieran sentarse en la orilla de la cama a tomar un café, como si nada y como si todo. Supongo que siempre nos harán falta.
Hasta la próxima semana.
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Mavis Santoyo (martes, 29 mayo 2018 17:46)
Es difícil vivir fuera de casa y de la familia, pero se aprende tanto y se valora todo lo que da una familia, yo también tengo disculpas pendientes que ya no podré pedir, extraño todos los días a mis papás y hermana, soy feliz dónde vivo pero me siento incompleta. Como siempre abres mi corazón con tus palabras TQ
Jimmy (miércoles, 30 mayo 2018 10:28)
Entiendo y sé lo que es vivir fuera , a veces las rutinas aligeran la distancia pero siempre mis peores días eran los domingos, a estas alturas de la vida , valoras aún.mas tus recuerdos de niño y la convivencia con quien ya no está, quedaron o faltaron muchas cosas por decir y sobre todo hacer .
Sara Anell-Noriega (martes, 05 junio 2018 17:28)
Hay dos o tres personas con quienes me gustaría tomar una taza de café y platicar sin prisa. Por ello, ahora que puedo lo hago con mi marido todas las mañana, no quiero arrepentirme de no haberlo hecho cuando ya no sea posible.